Domingo de verano de mucho calor. Voy de urgencia a un vivero de plantas nativas, pues las 6 oruguitas de la mariposa Battus polydamas, también llamada “Borde de oro” (por su franja amarilla sobre el dominante negro de sus alas), se han devorado todas las hojas de la planta de la que se alimentan, la hermosa Aristolochia triangularis.
Luego de un viaje de alrededor de 2 horas en tren, colectivo y caminata, llego al vivero, me recibe una señora y nos dirigimos hacia donde están las plantas, encerradas en un antimariposario para que éstas no entren a colocar sus huevitos, y aún así en los cortos momentos en que abren, ellas en su desesperación se las ingeniaron para entrar, porque había varias orugas allí dentro.
Digo desesperación porque lamentablemente esta planta es muy escasa por llevar la maldición de ser nativa (1). Al igual que los aborígenes de nuestra sufriente y saqueada América y de la demás vegetación autóctona, fue exterminada.
En su lugar ahora vemos por todos lados especies Oruga de Battus polydamas introducidas de Europa y de otras partes del mundo, convertidas en invasoras porque las condiciones ambientales aquí son distintas y porque no cuentan con sus depredadores naturales para que las regulen.
Dejándonos llevar por lo que hace todo el mundo, cultivando especies exóticas solo porque está en el vivero y nos gustó; no tenemos en cuenta que así rompemos el perfecto equilibrio de nuestra madre tierra.
No nos importa, (o no pensamos) que muchos animales hayan desaparecido o sean cada vez más escasos a causa de la desaparición de sus ambientes naturales.
En las plazas plantamos pensamientos y demás flores que hay que cambiarlas cada temporada, negocio para unos pocos que se quedan con una tajada, y nada más.
En su lugar se podrían plantar hermosas plantas nativas que atraen a aves, mariposas y otros insectos (cosa que no pasa con la mayor parte de la vegetación introducida)
Continuando con mi viaje... Decido llevarme 2 orugas junto con las plantas, para salvarlas del trágico destino que les depara cuando alguien compre esta enredadera y las mate de un pisotón.
Ya de regreso, cuando subo al colectivo una señora me detuvo para decirme que tenga cuidado porque “queman”. Le expliqué que esa especie no tenía pelos urticantes, es inofensiva, y que había comprado las plantas especialmente para alimentar a las oruguitas.
(Aclaro que las tan famosas “gatas peludas” que matamos porque “queman” son de mariposas nocturnas muy bellas).
Dentro mío pensaba que lo único que faltaba ahora era que las quieran matar aún estando conmigo, ¡ya sería el colmo!
Subo al tren y me siento. Una chica me observaba, luego de un rato se levantó de su asiento y se dirigió hacia donde yo estaba e intentó matar a una de las orugas con su pie diciéndome: “hay un bicho”.
¡Esto no podía ser cierto! ¡Hasta donde llega la manía de matar de la gente! El automatismo...Incluso sin llegar siquiera a conocer... Ante el miedo a lo desconocido, nuestra conducta es matar.
En parte se hace por desconocimiento. Nos encantan las mariposas, pero detestamos a las orugas y les damos un pisotón enseguida, exclamando: ¡una gata peluda! A muchos les da impresión y tienen la conducta rutinaria de matarlas, como si estos seres no tuvieran derecho a la vida por ser “impresionables” para la mayoría de los humanos.
Esto que ocurre con las orugas y con muchos otros animales es algo propio de la visión actual que tenemos del mundo, que es antropocentrista (3) y se manifiesta con conductas especistas. (4)
Nos creemos superiores al resto de las especies, el centro del universo.
En nuestra visión el mundo está a disposición nuestro, no nos sentimos parte de la naturaleza, sino fuera de ella. Desligados totalmente.
Les llamamos “recursos naturales”, un término meramente económico. Convertimos el mundo entero en mercancía, y lo que no nos sirve, lo que no tiene valor comercial, no nos importa y es exterminado. Pero no nos damos cuenta de que, como dijo el jefe indio Noah Sealth: “El hombre no tejió la trama de la vida; el es solo un hilo. Lo que hace con la trama se lo hace a sí mismo” (5)
Aquí no termina la odisea de mi viaje...
El tren quedaba en una estación cercana a mi casa, y tenía que esperar el próximo. Me senté y a mi lado había una mujer, la cual me dijo que había gatas peludas y que me iban a comer toda la planta.
Esa idea que tenemos (antropocentrista por cierto) de que la planta está para nosotros, para que admiremos sus hojas y flores… otra vez, sin respetar la trama de la vida, lo que hacemos aplicándole pesticidas constituye una violación a la madre naturaleza, humanizamos de alguna forma a la planta. En nuestro ego, la adaptamos a nuestro gusto y no permitimos que los animales se alimenten de ella.
Explico por tercera vez en este viaje el motivo por el que compré esta enredadera; en eso un chico
de la calle, de alrededor de 12 o 13 años que estaba atento a la situación se acercó a observar las orugas con mucha curiosidad y entusiasmo; luego mantuvimos una grata conversación.
Este niño le comentó a la señora que él no sabía que
las orugas se transformaban todas en mariposas y le preguntó si ella si, a lo que ésta respondió negativamente
Si bien este chico y la señora sabían del proceso de metamorfosis (el mismo me lo dijo), no lo relacionaron con lo cotidiano... evidentemente algo anda mal entre el ser humano y la naturaleza, que no percibe los ciclos más básicos de la misma.
La costumbre y la rutina nuestra es algo muy dañino para la naturaleza en general
y para nuestros hermanos animales. Es una prisión al pensamiento. Nos impide
reflexionar sobre lo que estamos haciendo día a día con ellos (directa o indirectamente). Retrasa el cambio de paradigma, (del antropocentrismo actual al biocentrismo) (6), necesario para salir de la actual crisis social-ambiental, y para terminar con la explotación animal.
Por la maldita costumbre, rutina y por desconocimiento matamos a las orugas y demás “bichos” como si tuviéramos un chip en nuestro cerebro que nos hace matar todo lo que vemos de forma automática, como ocurre frecuentemente con las arañas y con todo animal que nos resulte desagradable.
Lo positivo de este viaje fue que la indignación por lo ocurrido me sirvió de disparador para contar hoy esto que pasa con las larvas de las mariposas, aunque también con el resto de los insectos y artrópodos como las arañas. También me llevó a la convicción de algo que ya creía, de que tenemos que enfocar nuestra energía hacia los niños como vehículos de cambio (sin restar importancia a los adultos), en tanto que este chico de la calle que se acercó, se entusiasmó mucho con este tema. ¿Pero por que ocurrió eso?
Fue porque PUDO VER DIRECTAMENTE lo que los adultos no pueden generalmente, cegados por el sentido común, sus prejuicios y costumbres que le impiden descubrir (a través de la observación), el maravilloso mundo y la belleza que hay en algo tan pequeño, pasado por alto y matado sin antes llegar a conocer, como lo es una oruga.
Ojalá nosotros los adultos, podamos liberarnos de todo esto para dejar de matar y empezar a conocer.
Para ver fotos y más información sobre mariposas y plantas nativas, visitar el blog:
http://proyectopanambi.blogspot.com